Un pueblo de Leyendas.
El pueblo de Cabral posee en su acervo cultural una muy abundante riqueza, no solo material, sino incluso de la cultura intangible (perceptible o tocable por nuestros sentidos). Aparte de las ya mencionadas, que integran la cultura material, puesto que corresponde a su accionar y a su modo de vida, existen también las leyendas. Conforme a como lo que hemos venido estudiando y recogiendo de la tradición, a través de las narraciones hechas por los más viejos y conocedores de este pueblo, son conocidas en Cabral las siguientes:
La leyenda del Musungo
Creo que muchos cabraleños desconocen, o conocen poco, de todo ese legado legendario de nuestros antepasados; y no es su culpa, sino de quienes, en el curso de siglo y medio han educado a nuestras jóvenes generaciones; de quienes como docentes nos han impartido las clases de Ciencias Sociales. Porque eso de un pueblo tener conciencia –y conciencia clara-- de su realidad histórica, social y cultural, sin duda que ello es obra y responsabilidad de sus educadores, sobre todo.
Y alguien dirá o se preguntará calladamente: ¿Y qué significan y de qué le valen a un pueblo pobre y pequeño, en estos tiempos difíciles eso de leyendas, cuentos, poesías y novelas, si lo que necesitamos es trabajo, comida, ropa, dinero y un poco más de bienestar?...
Y yo diría que sí, que ello en parte es así. Pero que también los pueblos necesitan ser conocidos y calificados en el mundo, y cada uno de nosotros necesitamos ser distinguidos y considerados en cualquier lugar donde pisen nuestros zapatos; y eso sólo nos lo brinda algún sello distintivo, y entre esos elementos característicos que nos distinguen y que nos deben distinguir como habitantes cabraleños, en cualquier lugar del planeta, fuera de este pueblo, se hallan nuestra costumbres, nuestras creencias, la expresión de nuestros gustos y nuestros sentimientos; es lo que poseemos como acervo cultural, como por ejemplo laguna Rincón (ya la describimos) como una pequeña porción de agua dulce, bella, rica e incomparable en las antillas, la que les da vida a miles de hombres y mujeres pobres del sur de la República, incluidos a nosotros los cabraleños.
De igual forma somos conocidos por las cachúas, ese pintoresco juego con disfraces multicolores de una autóctona indiscutible. La cachúa constituye una gran riqueza cultura que es orgullo de todos los cabraleños. Ese valioso patrimonio debemos conservarlo a cualquier precio y no dejarlo perder ni mucho menos que por la competencia de calidad se le relegue al plano del desconocimiento.
Y digo todo esto porque de seguro que en los años venideros tendremos que observar un país (el nuestro) saturado de carnavales, de desfiles de carrozas y todo tipo de juegos y eventos culturales y folklóricos novedosos; donde hasta los pueblos más pequeños entrarán en competencia cultural y en las artes, por la primacía. Porque el arte, en esta sociedad globalizada, de la Informática, de las Tecnologías, cada individuo, cada persona, cada pueblo, pequeño y grande, deberá necesariamente que crear instrumentos y medios creativos para generar bienes, riquezas, grandeza, nombradía para sobrevivir y para desarrollarse, a la vez que todo ello servirá para ensanchar las relaciones en este mundo llamado por Marshall Maglujan como “La Aldea Global”.
Y en esta incesante carrera, en estas competencias por la mejoría, los pueblos y las personas que se resaquen, que marchen lento y no logremos superarnos, nos quedaremos atrás y otros nos sustituirán y ocuparán el bien ganado espacio que nos merecemos y aspiramos. En eso, afortunadamente, los cabraleños hasta ahora hemos tenido en eso de nuestros juegos folclóricos.
Volvamos con las leyendas. En eso este pueblo de Cabral ha sido sumamente rico; aunque se han perdido muchas leyendas, narraciones e historias legendarias. Las que hemos logrado salvar del polvo del tiempo, nos las han legado nuestros antepasados traídas hasta aquí de boca en boca, es decir, a través de la tradición oral. Nada se había escrito hasta ahora. Welter, Dioris Fèliz y Julio Gómez somos los que nos hemos dado a esa difícil tarea de escribir y producir o reproducir las cosas atañas de nuestro pueblo; entre ello nuestras leyendas y nuestras historias guerreras, míticas e incluso místicas muchas.
Yo les aseguro que el contenido de las leyendas de nuestro pueblos no debemos verlas con recelo o desinterés, porque ellas hablen de cosas que Uds. no las entiendan o que parezcan irreales; porque lo cierto es que de alguna forma ellas contienen una cierta carga o contenido de las cosas que nuestros viejos vivieron, sintieron y creyeron… y subrayo creyeron… Las leyendas narran lo que decían los viejos acerca de lo que ocurría a su alrededor, de aquello que contaban los brujos del pueblos, los curanderos, los sabios, los que creían en Dios y hasta de quienes no crían más que en sus cosas fetichistas… Pero esas son sus historias. No podemos rechazarlas, porque así posiblemente neguemos y rompamos con esa relación espiritual con nuestros viejos, aquellos que crearon este pueblo.
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