Por: Marlenis Ferreras
La pobreza y la opulencia mezcladas
Igual que el blanco y el negro, positivo y negativo, todo tiene su lado opuesto, así sucede con algunos suntuosos residenciales de la capital, ubicados junto a barrios extremadamente pobres.
De un lado están las enormes casas, algunas con más de un piso, piscina, hermosos balcones y una marquesina gigantesca, del otro, casuchas montadas una casi encima de la otra de manera improvisada, algunas techadas con zinc y sin ningún tipo de comodidad.
Todo el que transita por lugares como, La puya, La barranquita, Arroyo Hondo, La yuca, Ensanche Naco, Los prados, Los praditos, el Ensanche Quisqueya y tanto y tantos, puede observar el gran contraste entre esos sitios tan diferentes.
Brígida Matos, vive en La yuca, es vecina del céntrico Ensanche Naco, en el Distrito Nacional y se siente afortunada de vivir en ese lugar a pesar de las diferencias sociales que los distinguen.
"Aquí somos pobres, pero tenemos la conveniencia de que podemos disfrutar de algunos privilegios de los que gozan los ricos en Naco, como la luz, sufrimos pocos apagones y el agua llega siempre, además de que estamos en el centro de la ciudad, no somos ostentosos, pero vivimos tranquilos", expresa.
Asimismo en La puya y La barranquita en las cercanías de Arroyo Hondo, la suntuosidad y la escasez están una junto a la otra.
Es de lo más normal en algunos domicilios del lado privilegiado más de tres vehículos de lujo en los garajes y en la otra banda a penas consiguen para pagar el transporte público.
Luis Romero, residente en La barranquita, piensa en la desigualdad que existe en la sociedad y en ocasiones siente impotencia al mediar en que muchos de los que habitan en esas residencias, en ocasiones tienen comodidades y abundancia a costa de los más necesitados.
"Es increíble, esa gente viven en otro mundo ahí. Nada que ver con lo que pasamos de este lado que a veces no tenemos ni con que comprar una aspirina. Es cierto que el que quiere vivir bien tiene que fajarse y trabajar duro, pero ahí hay muchos que lo que tienen lo han conseguido sacándonos el jugo a nosotros y a todos los pobres de este país, como muchos funcionarios, por ejemplo, pero así es la vida, para que se salven unos se tienen que fuñirse otros”.
La proximidad muchas veces provoca inconformidad, casi siempre a la clase alta, que se queja de la manera en que conviven los marginados.
Tal es el caso de la urbanización conocida como Proyecto Codetel, en Herrera, un condominio de clase media alta, al que el gobierno le construyó detrás un vecindario para alojar a los moradores de La Cañada de Guajimía , de los que constantemente se quejan por la bulla que hacen.
Rosa Méndez, dice que se siente muy incómoda e insegura con los nuevos vecinos. "Ellos hacen mucho escándalo, ponen la música altísima todo el día, eso no sucedía antes".
Otra realidad es que generalmente los niveles de delincuencia más altos se dan en esos barrios de pocos recursos y bajos niveles educativos, situación que preocupa también a los inquilinos más pudientes.
"Uno no sabe qué tipo de gente son, ni la educación que tienen, a mi me preocupa que a toda hora entran y salen muchachos con pintas de ‘tigüere’, uno no puede juzgar por las apariencias, pero eso es lo que parecen, y lo malo es que para ellos entrar para sus casas tienen que pasar por esta calle, porque no hay otra entrada" expuso Rosa.
Aunque la desemejanza existirá siempre, en esos lugares está como puesta a propósito para recordar la gran inequidad social. La forma tan conexa en que se conjugan la exuberancia y la miseria en un mismo terreno.
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