JIMANI, INDEPENDENCIA.- Las saladas aguas del lago Enriquillo llegan hasta la orilla de la carretera Duvergé-Jimaní, al suroeste del país. Mientras que en el trayecto Baitoa-El Limón, provincia Independencia, se ha extendido considerablemente desde el paso de las tormentas Olga y Noel, en 2007.
El administrador de ese monumento natural, Benito Hernández Naut, especifica que el lago se adueñó de un total de 170 kilómetros cuadrados de terreno. Es decir, que de 250 kilómetros cuadrados que tenía antes, pasó a medir 420.
Ante esa situación, el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (Indrhi) iniciará en junio un estudio para determinar las causas de la elevación del nivel de las aguas. El trabajo se realizará con la asistencia de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), de las Naciones Unidas, y en coordinación con la Comisión Nacional de Energía.
De los extensos terrenos que antes estaban sembrados de maíz, yuca, batata, guineos, plátano y frutos menores, hoy sólo quedan los troncos secos y, en los agricultores, el recuerdo de esos días de abundancia.
Al seguir la vía que bordea el lago en el sentido Oeste-Este, el panorama de desolación es el mismo y la gente expresa un sentimiento de abandono y desesperanza por la falta de acción de las autoridades.
En la localidad Boca de Cachón, también en Independencia, el agua ya cruza la carretera por debajo. Es la comunidad más afectada, con unas 500 familias. Sus residentes temen que un día amanecerán ahogados.
Nati Novas asegura que si excava el patio de su casa para sembrar, sale agua. “Vivimos con miedo. Nuestras casas están flotando, es una capita de tierra lo que nos queda”.
El administrador de ese monumento natural, Benito Hernández Naut, especifica que el lago se adueñó de un total de 170 kilómetros cuadrados de terreno. Es decir, que de 250 kilómetros cuadrados que tenía antes, pasó a medir 420.
Ante esa situación, el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (Indrhi) iniciará en junio un estudio para determinar las causas de la elevación del nivel de las aguas. El trabajo se realizará con la asistencia de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), de las Naciones Unidas, y en coordinación con la Comisión Nacional de Energía.
De los extensos terrenos que antes estaban sembrados de maíz, yuca, batata, guineos, plátano y frutos menores, hoy sólo quedan los troncos secos y, en los agricultores, el recuerdo de esos días de abundancia.
Al seguir la vía que bordea el lago en el sentido Oeste-Este, el panorama de desolación es el mismo y la gente expresa un sentimiento de abandono y desesperanza por la falta de acción de las autoridades.
En la localidad Boca de Cachón, también en Independencia, el agua ya cruza la carretera por debajo. Es la comunidad más afectada, con unas 500 familias. Sus residentes temen que un día amanecerán ahogados.
Nati Novas asegura que si excava el patio de su casa para sembrar, sale agua. “Vivimos con miedo. Nuestras casas están flotando, es una capita de tierra lo que nos queda”.
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