Con mis ojos
Mirada a una situación social por la construcción de ciudadanía, el desarrollo institucional y el bienestar general. Respeto extremo al derecho a la intimidad y el buen nombre de las personas. Huye a las rutinas opinativas, a los ruidos mediáticos. Rehúye al sensacionalismo. Consciente de que la asepsia ideológica no existe, promueve el disenso, la crítica constructiva, sin descalificaciones.
Por Tony Pérez
Me acerco a las tres décadas de ejercicio periodístico sin pausa (28 años) y ya tengo la convicción –tal vez definitiva-- de que, aquí, el deterioro de la calidad de este servicio nada tiene que ver con urgencias tecnológicas como se cantaletea; mucho menos con la mala calidad –real en muchos casos-- de los egresados de las academias. El problema está en la ausencia de los principios más elementales de la ética en muchos profesionales –buenos o no, ejecutivos y subalternos-- predispuestos a la corrupción,y la incursión de forasterosque también han visto en la profesión una vía para buscar dinero rápido a través de la extorsión, el chantaje, las infamiasy las mentiras.
Obviar esa realidad es la peor mentira que se ha podido inventar. Muchos, sin embargo, la obvian conscientemente. Así que vivimos entre mentirosos, chantajistas y extorsionadores, expertos en gritos y descalificación moral.
No hay que hacer análisis de contenido profundos para desvelar la actitud para mentir en muchos medios de información de nuestro país. Las mil y una formas de mentir están a la vista, y solo los más distraídos de los públicos las pasan por alto al escuchar la radio, ver la televisión o leer los diarios.
Cierto que hay en este ambiente gente digna que puja con la práctica por la honestidad en el tratamiento de la información. Pero, en ocasiones, no están en el paquete quienes forman asociaciones para el “autobombo” y la certificación de corruptos o no, según la conveniencia, y, sin embargo, se consideran únicos, los más honestos. Porque los discursos altisonantes carecen de sentido si no se corresponden con la práctica, y mucha gente sufre de esa disonancia.
No es ético mentir. Se miente cuando se articulan campañas negativas contra personas, empresas o instituciones para luego mandarle un emisario que le “resolverá” el problema. Se miente cuando se saca un hecho de contexto o se alimenta mitos para aumentar rating. Se miente cuando la información se adereza con un reguero de nimiedades para impedir que los colectivos la entiendan. Se miente cuando se discursea sobre la urgencia de erradicar el narcotráfico mientras en la práctica se asesora y se elogia a artífices de ese mundo. Se miente cuando se critica a funcionarios y empresarios corruptos mientras le sirve a otros peores. Se miente cuando, desde una posición privilegio, se aprovecha de la ignorancia del pobre para hundirle más en la enajenación, lo cual es crimen similar a matar. Se miente cuando se rehúye a las causas de los verdaderos problemas societarios para evitar que los públicos identifiquen a los culpables. Se miente con las medias verdades. Se miente cuando se ocupa el tiempo y el espacio en temas banales.
Nada de eso tiene que ver con tecnologías. La falta de actitud ética es la gran falencia de este tiempo en República Dominicana. La mentira es protagonista de muchas noticias y opiniones en medios de comunicación. Porque ella reditúa bien a sus constructores. Resistirse a ella en pos de la verdad es riesgoso,y el único beneficio que reporta es la satisfacción por ofrecer al ciudadano y a la ciudadana una información veraz. Por eso, cada vez son menos los atrevidos.
La sociedad dominicana no se merece tanta agresión mediática.
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