Tamayo: Un cacique valiente - Campesino Digital

Notas:

domingo, 22 de octubre de 2017

Tamayo: Un cacique valiente



En honor al bravo combatiente indígena Tamayo se bautizó un importante pueblo del Suroeste dominicano

La mayoría de los cronistas españoles de la era colonial pintan a Tamayo como un sujeto vesánico, propiciador de crueldades espantosas. La realidad de los hechos de aquella etapa tenebrosa fue que los conquistadores españoles exterminaron en las islas del Caribe a los que encontraron poblando estas tierras que sometieron a su férreo dominio.

El mismo fray Bartolomé de Las Casas, quien bautizó a Tamayo en la iglesia de Azua y lo introdujo así al rito del catolicismo, recoge opiniones tendenciosas sobre este personaje.

Quizás por muchos de sus escritos parecidos al que le dedicó a Tamayo fue que el sacerdote franciscano capuchino, y polemista de fuste, fray Cipriano de Utrera llamó al padre Las Casas “famoso forjador de ficciones” y “teólogo del montón”. Después de la muerte del célebre combatiente llamado Ciguayo, le correspondió a Tamayo encabezar la lucha en la franja norte de la isla La Española y se le reconoció como el líder de un grupo de 12 indígenas que mantuvo en zozobra a los feroces conquistadores.
Como nota necesaria vale decir que Ciguayo era un indio nativo de Samaná que puso en jaque a las tropas españolas, las cuales luego de capturarlo mecharon su cuerpo con lanzas.

El citado padre Las Casas, refiriéndose a la muerte atroz de este guerrero indígena, reseña que: “…y atravesado peleaba como un Héctor”, en clara referencia al príncipe troyano de la mitología griega. A petición de Enriquillo, Tamayo se fue a la sierra del Bahoruco donde continuó su justa lucha.

Su principal perseguidor allí fue el siniestro destripador de indios vivos capitán Francisco de Martín Sardina, con quien tuvo varios enfrentamientos durante cuatro meses (de diciembre de 1532 hasta el 13 de abril de 1533).

En sus escritos pensados detrás de la sacristía, los famosos Padres Jerónimos también se refieren muchas veces a Tamayo. l

Esas ásperas menciones no se hicieron en buenos términos, pues en ellos pesaban más que la verdad sus intereses particulares y los de los jefes coloniales.

En sus crónicas injustas contra Tamayo y otros combatientes indígenas los aludidos curas, a quienes la historia consigna como terratenientes y dueños de esclavos, hasta olvidaron aquel quejido del Jesús nacido en Belén cuando deambulando por los trillos de Judea le dijo a uno de la muchedumbre: “Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.” (Lucas 9,58).

Manuel de Jesús Galván, en su novela Enriquillo, inventa un sazonado diálogo entre el personaje que le da nombre a la obra y Tamayo, deslizando el juicio de que éste último solo buscaba de manera pura y simple el exterminio de los españoles. Pero en esa misma novela aparece este párrafo revelador: “Tamayo se multiplicaba, iba, venía, volvía, corría de un lado a otro con el fervor de la pasión exaltada, que ve llegar la hora de alcanzar su objeto. Enriquillo ordenaba, mandaba, dirigía, preveía: Tamayo ejecutaba sin réplica, sin examen, con ciega obediencia, todas las disposiciones del cacique. Este era el pensamiento y la voluntad, aquél, el instrumento y la acción…”



A las falsedades contra Tamayo y otros indígenas se opone el criterio sereno y de gran valía moral que encarnó el sacerdote misionero dominico fray Pedro de Córdoba, al escribirle al Rey de España este demoledor mensaje sobre el comportamiento sádico de militares y burócratas españoles contra los nativos: “Señor, yo no leo ni hallo nación alguna, aun de infieles, que tantos males y crueldades hicieran contra sus enemigos, por el estilo y manera que estos cristianos han hecho contra estas pobres gentes”. (Ver Clamor de Justicia en la Española, 1502-1795. Página 37. Flérida de Nolasco. Editora Amigo del Hogar, marzo 2008).

La verdad monda y lironda descansa en el hecho irrefutable de que fue monstruosa la actuación de los españoles contra los indios. Al mismo tiempo la tergiversación fue tan grande que el mismo Papa Paulo III tuvo que salir al ruedo para desenmascarar la tesis ampliamente difundida en Europa en la cual las víctimas indígenas eran consideradas monstruos sin sangre humana y los verdugos españoles eran presentados como especies de querubines.

Un pueblo en su honor

En honor al bravo combatiente indígena Tamayo se bautizó un importante pueblo del Suroeste dominicano, mediante la Ley número 229, promulgada el 18 de marzo del año 1943, eliminando el antiguo topónimo de Hático.

El artículo 4 de la referida ley dice así: “Las secciones Hático, Cabeza de Toro, Guaranate, Vuelta Grande, Arroyo Seco, Barranca, Honduras, Bayahonda, Santana, San Ramón, El Jobo, Monserrate, Mena, y los poblados Batey 6, Batey Santa Bárbara, Batey Santana y Batey Santa María, dependientes de la común de Neiba, quedan erigidos en la Común de Tamayo, con su cabecera en la villa de Hático, que también se denominará Tamayo.”

Tamayo es un pueblo con una larga historia, siendo una especie de puente entre decenas de otras comunidades de la zona. Su parque principal, llamado Enriquillo, poblado de árboles gigantescos que cubren con su sombra la glorieta, ha sido escenario de varios acontecimientos importantes en la accidentada historia dominicana.





Al visitar la comunidad de Tamayo se comprueba que su cuerpo de bomberos no cuenta con un vehículo especializado en apagar fuegos. Su hospital municipal Julia Santana, así llamado en honor a una famosa y bondadosa partera de la zona, no está preparado para brindar los servicios sanitarios más elementales, pues no cuenta ni siquiera con una ambulancia y no está provisto del material suficiente para cubrir las actividades propias de un centro de salud. Las fallas en este centro de salud son múltiples, no siendo la excepción en el país.

Los caseríos del municipio de Tamayo están llenos de leyendas sorprendentes del ayer sureño. El historiador Emilio Rodríguez Demorizi, en su obra Lengua y Folklore en Santo Domingo, abunda sobre el tema de caminos encantados, personas que se transformaban en animales, otras que usaban oraciones especiales para evadir trampas y hasta quien “conocía la guardia por el olor del perfume”.

Dice más el prolífico historiador“…También se menciona a un galipote bellaco que disfrutaba con perder a los caminantes. La historia lo ubica en Monserrate, una pequeña comunidad de la provincia Bahoruco, en el municipio de Tamayo…”

Ya que de leyendas populares se trata, tentado queda uno a pensar, ubicándose en el imaginario popular, que hasta la famosa ciguapa anduvo por estos predios con sus pies invertidos y su larga cabellera. El mismo ser mitológico que fue resaltado en el congelado del bronce por el gran pintor y escultor dominicano Ramón Oviedo, en una seminal obra de arte escultórico.

Al observar un mapa plano del municipio de Tamayo se comprueba que su territorio, de 454 kilómetros cuadrados, (el más grande de la provincia Bahoruco) va desde la parte llana del valle de Neyba, en el fondo de la vertiente sur, hasta la sierra del mismo nombre en la parte norte del límite municipal, cubierto por las comarcas de Guaranate, El Granado y Cabeza de Toro.

Sus espesos bosques del pasado fueron diezmados, especialmente para la producción de carbón, pero también para usar tablones de madera preciosa en obras de ebanistería.

Bañada por el Yaque del Sur

En Tamayo se cultivan plátanos, guineos, caña de azúcar y diversos frutos menores, incluyendo la famosa uva sureña. Con esta última actividad Tamayo es definido como uno de los pocos bolsones vitivinícolas del país. El río Yaque del Sur cruza por todo el lado oriental del poblado principal del municipio. Uno de los hitos más importantes del municipio de Tamayo fue la fundación, el 27 de febrero de 1977, de Radio Enriquillo, conocida como la amiga del Sur. Desde entonces hasta el presente dicha emisora ha tenido un extraordinario impacto social en todo el Sur, por su cuádruple papel de orientadora, educadora, informativa y entretenedora. Pocos pueblos en el continente americano pueden contar con un medio de comunicación tan dinámico y de tanta trascendencia colectiva como la tamayera Radio Enriquillo. Tal vez sólo comparable con radio Sutatenza, que fue un bien concebido proyecto de escuelas radiofónicas surgido en el 1947 en Boyacá, Colombia, la cual duró hasta el año 1989.

Homenaje
En honor al bravo combatiente indígena Tamayo se bautizó un importante pueblo del Suroeste dominicano”.

Historia
Tamayo es un pueblo con una larga historia, siendo una especie de puente entre decenas de otras comunidades de la zona”.

Fuente elcaribe.com.do