Amaury: 45 años del cerco policial - Campesino Digital

Notas:

lunes, 10 de agosto de 2015

Amaury: 45 años del cerco policial


Sagrada Bujosa  Mieses narra uno de los episodios más crueles que sufrió junto a su hermano por ser parte de la resistencia


Era un verano de julio, por allá por los años 70, cuando Sagrada Bujosa Mieses y su esposo Amaury Germán Aristy llegaban a la casa donde residía su hermano Benjamín, ubicada en el sector Invi, en el kilómetro diez y medio de la carretera Sánchez.


Al asomarse, un extraño personaje recostado de un vehículo cambió el rumbo de su pensamiento, dice Sagrada al rememorar aquel 15 de julio de 1970 que, aunque pasaban ya las siete de la noche todavía estaba de día, por la época del año.

El hombre tiempo atrás fue acogido en el hogar, donde le dieron ropa y alimento, pero Sagrada asegura que terminó siendo un informante de la Policía. Ese día los esperaba para supuestamente saludarlos. Su asombro provocó que Amaury le dijera que su paranoia no la dejaba vivir.

Tres horas después, cerca de las 10 de la noche, su sospecha se convirtió en realidad. El cerco policial era un hecho. Unos 250 hombres armados de metralletas y fusiles bordeaban la pequeña casa donde vivía su hermano, la esposa y una pequeña hija de apenas seis meses de nacida, lo que no impidió que las puniciones se hicieran disparar casi de inmediato. La llegada silenciosa de los cuerpos armados todavía sorprende a la familia, y es que como siempre estaban alerta, por la constante persecución de que era objeto, cualquier ruido podría alertar a Amaury, por lo que el silencio aquí contaba mucho.

Al enterarse de la presencia policial, su cuñada, Onilda Pimentel, toca la habitación donde Sagrada dormía, ya que ella y Amaury se estaban quedando unos días en la casa, pues cambiaban constantemente de domicilio como parte de la estrategia para huir de la persecución. Al salir un agente ya estaba en la galería apuntando al interior de la vivienda con un fusil Thompson, no había escapatoria y había que hacer algo.

“Él estaba en la galería, una galería pequeña, estaba apoyado en la verja y tenía su Thompson ahí, y salgo y pongo las manos en alto. Recuerdo como ahora, eso lo tengo demasiado grabado, porque fue una situación muy difícil, de alto peligro”, dice Sagrada.

Fue cuando su cuñada le dice que si quiere salvar su vida debía salir. La voz del agente puso en alerta a Amaury, quien de inmediato se dio cuenta que algo andaba mal y corre en busca de su arma, un fusil M-1 de tamaño mediano, que por su habilidad manejaba al dedillo. No había tiempo que perder, su esposa y demás habitantes de la casa estaban en peligro. Salió en pantalones cortos y sin camisa, ordenó a Sagrada que saliera y él hizo frente al contingente.

“Entonces me dijo: no te apures, sal tú, sal tú. Yo salgo con las manos en alto, ahí me doy cuenta que mi hermano Benjamín y su esposa ya son rehenes también y en toda la confusión ellos dejaron su niña, su primera niña que tendría 6 meses, que estaba en su cunita, que estaba en la primera habitación que era la que daba a la calle”, recuerda sentada en un mueble en la casa de la madre de Amaury, doña Manuela Aristy.

Bastó que Amaury viera al agente apuntando con su fusil en la sien de Sagrada para que iniciara la acción, desoyendo de esa manera el llamado del hombre con acento cubano que le decía que se entregara, que le iban a preservar su vida.

Tres disparos que salieron de su M-1 fueron suficientes para que los hombres repelieran la agresión. “Ellos no estaban esperando eso, ellos estaban esperando hacer lo que siempre hacen: te masacran, te matan, te torturan en las cárceles, pero éste (Amaury) le dijo: ustedes van a saber lo que van a encontrar aquí”, dice.

El caos y la ráfaga de tiros de cientos de hombres disparando y lanzando bombas lacrimógenas era el denominador común en ese momento. Amaury, un joven de apenas 22 años, logró romper el cerco policial, sale de la cocina donde estaba y enfrenta al grupo hiriendo uno de ellos. Toda la atención, que hasta ese momento se centraba en él, fue dirigida al herido, lo que permitió que Sagrada pudiera salir de la galería donde estaba acorralada y ponerse a salvo, pero le inquietaba desconocer el paradero de su hermano, su cuñada y su sobrina. Como pudo, Sagrada llegó a casa de una prima que vivía a unos 500 metros, allí los encontró a los tres.

Amaury resulta herido
La gallardía con que Amaury los enfrentó, y uno de sus miembros ya herido,  logró dispersar a los agentes, lo que permitió que pudiera salir a la vivienda de un compañero de grupo que residía detrás de su casa, a donde le dieron ropa y se vistió, pues él también estaba herido, por lo que se hacía necesario buscar de urgencia un médico para curarse el muslo izquierdo. En medio de todo esto ya Sagrada creía que su esposo estaba muerto.

“Nosotros vivíamos en un estado de guerra. Amaury había dicho y escrito, y lo había publicado, que no era igual matar a revolucionarios desarmados que matar a revolucionarios armados”, dijo.

El joven era la cabeza del Comando de la Resistencia Dominicana, el grupo que recibió a Caamaño a su arribo al país desde Cuba, razón por la cual era el centro de atención de las autoridades.

Lo que le espera
Amaury logra salir con vida de un episodio más, pero lo que le espera a la familia después de esa “burla” a los agentes no es una vida color de rosa, sobre todo para su cuñado Benjamín.

Días antes del hecho, Amaury le dice a Benjamín que le vaya a buscar algo. Ese “algo” era el arma con la que esa noche enfrentó a los policías y les salvó la vida a él, a su esposa y a su pequeña hija.

“Después de eso fue que vino la acción represiva allá a la casa, yo estaba sentado en la galería, todos los días 15 yo me sentaba a sacar cuenta de mis cheques de donde yo trabajaba, una compañía que vendía detergentes”, dice Benjamín.

Pero lo que él no sabía era que ese “mandadito” le podía costar una persecución que hasta el día de hoy lo mantiene en el puesto número seis en una lista de 52 comunistas que se publicó en el Gobierno de George W. Bush, por lo que no puede entrar a Estados Unidos.

A esto se agrega que perdió su trabajo, del que llevaba una vida próspera, su matrimonio, en el que procreó dos hijos y una constante persecución que lo llevó a tener que salir del país y exiliarse en Cuba en 1970, a donde llegó totalmente transformado, para lo cual tuvo que coger varios días de sol, cambiarse la cara, el pelo y hasta la dentadura.

Allí permaneció cuatro años, período que para él fue eterno, por las constantes humillaciones y vejámenes que sufrió por no ser un hombre de la resistencia, ya que todo pasó por simplemente ser cuñado de Amaury.

Para la madre de Amaury, doña Manuela Aristy aquel 15 de julio fue un día muy duro. Aunque ya se había acostumbrado a la vida de su hijo, ese momento lo recuerda con particularidad debido a que su vástago jamás pudo volver a la casa.

“Yo tenía siete meses que no veía a Amaury cuando lo mataron, sí tenía noticias de él, porque el siempre hacía que yo supiera de él, pero fue una búsqueda tan intensa que no le permitía a él venir aquí”, dice doña Manuela al mostrar una vieja camisa color azul con partículas de municiones de ese día, la cual guarda con recelos. Esa camisa, junto a otros objetos fue lo poco que se pudo recuperar de la vivienda, la cual quedó destruida casi por completo.

En las paredes de su residencia se exhiben las fotografías de su hijo y sus tres compañeros caídos en el kilómetro 14 de la autopista Las Américas el 12 de enero de 1972.

Amaury fue asesinado dos años después de aquel episodio junto a Virgilio Perdomo, Bienvenido Leal Prandy (La Chuta), y Ulises Cerón Polanco en un ataque armado que involucró cerca de 500 hombres y que se extendió por varias horas. Todos perdieron la vida en busca de un ideal, una República Dominicana libre de la opresión y la tortura. Se estima que para el período de los 12 años de Balaguer fueron asesinadas al menos tres mil personas.

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