El guachimán no tiene quien le escriba - Campesino Digital

Notas:

martes, 2 de agosto de 2016

El guachimán no tiene quien le escriba


Paisolo Carranza le decían, aquel hombre que yacía medio sentado en la acera, su espalda apoyada en la calida pared castigada por el implacable sol sureño, su mirada perdida le decía a todos los curiosos y chismosos lo que ya era ovio, la vida se le había escapado, ya no pasaría mas hambre.

  El dueño de la calida pared, un Neybero llamado Martín, no tendría que pagarle el sueldo que hace tres meses le había prometido, eso si tuvo la amabilidad este ladrón del sudor ajeno, de pagar una guagüita en la cual montaron el cuerpo sin vida y famélico, de su guachimán nocturno.
Cuantos robos había evitado?

  Eso solo lo sabia el, y el se encargo de llevárselos a la tumba en esa guagüita junto con los pecados nocturnos del barrio, los cuales a mi me los dejo en una carta jeroglífica, pues su educación había sido solo hasta el Segundo de primaria.

  Una promesa me hizo jurar solemnemente: "ábrela solo después de mi muerte y sobre todo dile al mundo lo que en vida presencie, hazlo sin importar a quien veas en dicha carta"

así será Paisolo!

Carta de Paisolo traducida al español:

  Yo, Paisolo Carranza, no conocí a mi pai', mi mai' se fue a la capital con un Banilejo, ni yo ni mis cinco hermanos la volvimos a ver, hace unos años me entere que "el siembra hielo" la había matado por cuernera, no les oculto que ese día en vez de lagrimas me salio una perversa y extraña sonrisa pues sentía que mi sed de venganza por su abandono había sido saciada por frío sabor del feminicidio de aquella puta.

  Llegue a este barrio por casualidad, después de trabajar por 13 años en el mercado de Barahona, entre sus putrefactas calles llenas de lodo, estiércol y gente trabajadora allí lo conocí a el, a Martín.

  Dueño de la compra venta El Estupro, nunca supe lo que eso significaba, pero se oía bien, y a mi como a todos los pendejos del barrio nos gustaba el nombre.

  Martín esa mañana se había entablado en una discusión de cuerpo a cuerpo, con la reina indiscutible de todas las malas palabras, la bolita errr mundo y el potecito de sal, doña Lola la viejaquera.

  Era ella una morena, alta y con su respectivo nalgón y por el producto que vendía, Viejacas y a veces el pestilente, pero igual de sabroso pecao' do'tor, muchas veces aparecían hombres los cuales comparaban el olor de lo que vendía con el de su parte intima y ahí damas y caballeros era cuando esa lengua cabraleña soltaba insultos y malas palabras traumatizantes para sus merecidas victimas y para nosotros los espectadores, así conocí a Martín, entre lodo e insultos.
  Hasta su negocio le cargue un saco de plátanos y tres pollos vivos, nunca había estado en esta parte de la ciudad, aun recuerdo cuando me pare en la esquina de la calle Mella con Calle Duverge, quien me diría que ese 23 de Abril, allí me quedaría.

  Ese día el brazo armado de Movimiento Popular Dominicano (MPD), "el comando ñaño", había empezado su ya tradicional, lucha por el pueblo, la cual se hacia del 24-28 de Abril, un día antes, para joder la paciencia!

  Todos los benditos años era lo mismo, gomas quemadas, la guardia en la calle, presos preventivos, pendencieros en la rendijas de sus ventanos buscando lo que no se les había perdido, en fin así era La Mella.

  Lo que no sabían los ilusos es que el pastor de la iglesia mas grande de esa calle era quien financiaba las huelgas, para que a el no le tocaran su negocio, pues aquella pobre iglesia que encontró cuando llego de Moca, ya no lo era, era un imperio.

  Así me pase la huelga, preso en el Estupro, comiendo lo que sobraba, y viendo a Martín cambiándole la fecha de vencimiento a muchos recibos y así poder robárselos a sus dueños legalmente.

Le caí bien y me hizo esta generosa oferta:

  Tres mil pesos al mes con una comida, de 6 PM a 8 AM y sin derecho a vivienda.
Me dio una silla de guano y mi arma de reglamento, un machete.

Solo bastaron dos semanas para que el la confianza del barrio me hiciera invisible, era como que si yo los veía no los veía nadie.

Era una rutina metódicamente inglesa.

  Diablo Viejo era el mirilero del sector, ya a las 8:45pm este se ponía su uniforme. Unas chancletas, una franela del Licey y un pantalón de softball mocha'o, como un ninja desaparecía en el manto de la noche.

  Este desgraciado no respetaba edad, color ni credo, sin lugar a dudas vio todas las tetas de la mella y hasta de su calle vecina la Sánchez.

  El reinaba de noche, pero el día le pertenecía a Wesmi, ese no tenia escrúpulos, le enamoraba la mujer a cualquiera, en sus garras cayeron varias, como la mujer del navegante, un ex-marino mercante y hasta la del pollero.

  Solo por casualidad de la vida el vecino de este fornicador de lo ajeno, era un Viejo Zapatero que era famoso por dos cosas, le gustaban las niñas y era el hombre mas "jablador" que esta republica a parido.

  Al doblar la esquina vivía un decente trovador, pero el alcohol y la luna llena lo convertían en un maricon de cabaret, nunca entendí eso.

  Se que lo que dice esta carta para muchos de ustedes es un secreto voces, pero quiero que sepan que no es una critica, mas bien es para darle las gracias, pues todo lo que he contado aquí se trata sobre tigueres, no de delincuentes, pues en esta esquina nunca vi uno, los supuestos robos que evite me los tuve que inventar, para así mantener mi trabajo o mejor dicho el plato de comida que este desgraciado mala paga me da, pues hasta la sillita de guano después que se rompió otra no me dio.

  Gracias a todos por tantas noches de intriga, cuernos, miriles, pleitos. Sin ustedes Morfeo, el dios del sueño me hubiese vencido, como hoy estoy seguro que el hambre lo ha hecho.

  Que descanses en paz Paisolo Carranza, misión cumplida.



                                                                                                 CARLOS J. DÍAZ GÓMEZ