El virus que ha quebrado a muchas familias - Campesino Digital

Notas:

lunes, 11 de mayo de 2020

El virus que ha quebrado a muchas familias



Cuatro familias y siete prota­gonistas dan sentido a es­ta historia. No se conocen, pero es­tán unidos por el dolor que produce quedar en la or­fandad en uno de los momentos más tristes para la humanidad. El Covid-19 es el culpable. A sangre fría ha dado muerte a pa­dres y madres que se fue­ron al otro mundo sin sa­ber qué será de la vida de sus hijos.

Jerlyn; Jennifer y Gre­gory Amarante; Emil y Amil Claret, y Charlene y Margitt Marie Canaán han sentido de cerca los emba­tes de un virus al que poco le importan los sentimien­tos. Aunque tienen distin­tas realidades y diferentes edades hoy forman par­te de los ciudadanos a los que esta enfermedad les llevó una gran parte de su vida.


¿Dónde está mi papi? La pregunta de Jerlyn

“Ella lo busca detrás de la puerta, desde que oye el vehículo se para en la ven­tana y cuando la acuesto para dormir, me pregunta: ‘¿dónde está mi papi?’. Es­to es difícil. Nunca me ha­bía pasado algo así. No me ha dado tiempo a pensar que enviudé, solo he teni­do cabeza para pensar en que mi hija es huérfana. El Covid-19 nos destrozó la vida”. Entre lágrimas rela­ta Karla lo que está pasan­do después que su esposo Juan Francisco se convir­tió en una de las víctimas mortales del coronavirus.

Le satisface saber que a la única hija de ambos no le fal­tará nada porque gracias a Dios, tienen una economía holgada. En cambio: “A ella le falta lo más grande en su vida. Ese hombre lo era todo para ella, jugaban, se reían, se dor­mían, paseaban… A mí ni ca­so me hacía ella. Todo era su papi, parecía que los dos te­nían tres años, él se ponía de la edad de ella”. Al contar esta parte enmudeció. Tanto es así que fue necesario volverla a llamar 10 minutos más tarde.

Al tomar el teléfono su voz delató su sentir. No se empeñó en ocultarlo. “Creo que ya no tengo más lágrimas, me niego a criar a mi hija sola, me niego a que mi niña tan pequeña no tenga papá. Ojalá tú no sepas lo que es esto”. En esta ocasión más que llanto mostró rabia y la describió: “Estoy molesta, sí muy molesta, porque no en­tiendo cómo ese virus está aca­bando con la humanidad y a estas alturas, con millares de muertos no han encontrado có­mo controlar la situación”. Lue­go de desahogarse guardó si­lencio.

Pidió excusa por no poder seguir hablando del tema. “Con relación a lo de la foto, prefiero que no la publiques, no quiero que con los años después mi hi­ja se encuentre con eso. Ya con que se sepa que hay niños, que hay bebés que han quedado huérfanos por el Covid-19 es suficiente”, concluye Karla.

Jennifer y Gregory sin papá y sin sustento

Jennifer y Gregory están pro­bando el trago amargo de la orfandad. Con apenas 11 y ocho años, respectivamen­te, viven un duelo que les es­tá afectando hasta en sus estu­dios. “Ellos lloran mucho. No pueden creer que ya no vol­verán a ver a su papá”, dice su madre Carolina Familia, de Ja­yabo, Las Lilas, en Salcedo.

Están en pleno novenario. Fue el pasado cuatro de ma­yo que su padre Rafael Enri­que Amarante Agramonte fa­lleció a causa del Covid-19. Él está entre las víctimas que mostraron al virus su vulne­rabilidad a través de la dia­betes y la hipertensión. Era un hombre joven. Tenía 41 años y unas ganas tremendas de ver crecer a sus dos hijos. El virus tronchó sus sueños, al igual que lo hizo con Jen­nifer y Gregory. Hoy son dos huérfanos que prácticamen­te viven de la caridad.

“Yo no trabajo y no recibo ayuda del gobierno, estoy vi­viendo con mis padres que son los que nos están echan­do la mano. Es fuerte, perder a su papá, al sostén de la fa­milia. Ahora sufrimos por su muerte y por todo lo que es­tamos pasando”, relata Caro­lina más angustiada que pre­ocupada.

Confía en Dios, eso sí. Pero se siente con las manos atadas y el corazón destrozado cada vez que ve llorar a sus niños. Sabe que la muerte no cono­ce edad ni ningún límite para llegar cuando lo desea, pero a pesar de ello entiende que es cruel lo que está pasando por causa del Covid-19.

“Extrañamos a nuestro pa­pá. Nosotros jugábamos con él y lo queríamos mucho, no sé por qué se tuvo que mo­rir”, son las desgarradoras pa­labras de Jennifer al saber que junto a su hermanito es una más de los tantos niños a los que el coronavirus les ha arre­batado el derecho de crecer junto a su padre.

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Fuente listindiario.com.

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