LA SENTENCIA DEL ODIO - Campesino Digital

Notas:

miércoles, 23 de abril de 2014

LA SENTENCIA DEL ODIO




Sean estas mis primeras palabras para saludar de frente y brindarle todo mi apoyo a la sentencia 168-13 de nuestro Tribunal Constitucional.
Ahora bien no es de esta sentencia que la que examinaremos hoy.

Los Dominicanos hemos buscado en lo mas profundo de nuestro ser, hemos sido justos, pacientes, humanitarios, hermanos y principalmente benefactores. Que hemos conseguido con ello, nada. Nuestros enemigos históricos llevan un odio muy profundo en su sangre, es tan fuerte dicho veneno que lo emanan de sus poros y se suma al defecante olor de su hediondez haitiana.

Este sentimiento cancerigeno les a quitado de sus pobres y anémicos cerebros la capacidad del raciocinio, esa que nos hace comprender que no puedes morder ni escupir la mano que te da de comer, es por eso que en una fecha sagrada para nosotros como el viernes santo, un grupo de semi-simios (que me disculpen los simios) con la cabeza llena de cleren, budu, incesto, estiércol, y mucho odio, tiran al suelo nuestra bandera nacional, la pisotean, bailan sobre ella, se limpian las ……...y al final la queman.

Esto no paso en la selva haitiana, esto paso en nuestro país, para ser mas especifico en la comunidad de San Víctor, en Moca.

La misma ciudad donde el general Haitiano y después emperador de la parte sur de Haití, Henry Christophe en su retirada del territorio recién liberado Dominicano, hizo una parada y allí en las escalinatas de la iglesia dio lugar a la masacre de Moca también conocido como el degollamiento de Moca.

Niños, monjas, madres, abuelos, todos cayeron en el mismo suelo donde sangro nuestra bandera en ese viernes negro, allí se conjugo la sangre de esta y de las de las victimas del pasado, con el común denominador haitiano, ultrajándonos cada vez que pueden.

Entonces amigos y amigas les pregunto, son mis palabras las que promueven ese sentimiento tan mal sano, que corroe el alma y nuestro ser?

O es que al ver nuestra mano mordida, escupida y con algo mas hediondo en ella lo cual me reservo, ellos, lentamente, como el ladrón en la noche, nos han invadido el Corazón y nos han sentenciado a odiar.

CARLOS J. DÍAZ GÓMEZ

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