¿QUÉ PASA EN VENEZUELA? - Campesino Digital

Notas:

miércoles, 23 de abril de 2014

¿QUÉ PASA EN VENEZUELA?



Desde el mes de abril del 2013, el mismo mes de las elecciones que en Venezuela ganó Nicolás Maduro, había comenzado una embestida de la derecha política venezolana e internacional con dos propósitos: desconocer su triunfo y propiciar las condiciones para un golpe de estado y una posible intervención militar de los Estados Unidos.

Nicolás Maduro había ganado las elecciones con un margen relativamente pequeño, pero definitivamente triunfante: 50.66% de las votaciones para Maduro y 49.07% para Henrique Capriles. ¿Por qué ese margen tan estrecho? Porque la población chavista se había confiado en la transferencia carismática Chávez-Maduro, por lo que el triunfo del PSUV estaba asegurado por un pueblo convencido del camino iniciado por Hugo Chávez, sólo que no era suficiente con sentirlo. Había que expresar ese convencimiento físicamente, en las urnas.

El no asistir masivamente a las urnas le costó al pueblo venezolano 11 muertos ese mismo abril del 2013, pues la derecha vio servida en bandeja de plata la posibilidad de crear una situación de caos y enfrentamiento civil que aprovecharían a su vez los Estados Unidos para intervenir  Venezuela “en procura de la paz”.

Definitivamente, la derecha venezolana había estado trabajando arduamente en esa línea de acción, por lo que había acumulado material gráfico de otros años que podían servirle ampliamente para la difusión de “irregularidades” en las votaciones, protestas “masivas”, “descontento popular” y hasta “rebelión” en las fuerzas armadas. Todo un coctel de receta norteamericana que había funcionado en otros países, como en la República Dominicana en 1963, y más recientemente en Honduras.

La aventura del golpe de estado contra Nicolás Maduro ya estaba diseñada, siendo la prensa derechista nacional e internacional un elemento fundamental para el éxito del golpe de estado. Pero no contaban sus diseñadores con que aventuras anteriores en otros países latinoamericanos -e incluso en países africanos y de Oriente Medio- también habían surtido de experiencias a los revolucionarios de América Latina y del Caribe, pues ni el narigón es para siempre, ni la docilidad del buey es genética.

La organización popular diseñada por Hugo Chávez y los revolucionarios venezolanos ya tenían su estrategia para esos casos, y parte de esa estrategia era, y es, no responder con violencia a la violencia de Capriles y la derecha venezolana, puesto que la respuesta violenta era lo que esperaban los norteamericanos para justificar la intervención armada.

Con el paso de los meses la efervescencia post electoral decayó, retomando Venezuela el ritmo normal de intenso trabajo en las comunas y coordinadoras de la capital, ciudades y campos venezolanos. Pero el fracaso de Capriles, de su partido Primero Justicia, y de la Mesa de la Unidad Democrática, volverían por sus fueros, insuflados sus ánimos con la propuesta norteamericana del “golpe suave”, una receta de golpe de estado supuestamente incruento, o por lo menos con pocas bajas humanas, puesto que la prensa derechista necesitaba su cuota de sangre para enardecer sus noticieros.

El neofascismo reinició sus actividades en Caracas en febrero del 2014 con las mismas directrices, con la misma receta: el “golpe suave” contra Nicolás Maduro, pero sin descuidar esa cuota de sangre necesaria en la prensa multinacional para subir sus “ratings” y asegurar contratos publicitarios. El término “guarimba” comenzó a cobrar renombre internacional y a ser presentado por la derecha como una marca de identidad del “descontento venezolano”. Así, se reprodujeron guarimbas en Mérida, Barquisimeto, San Cristóbal, Valencia, Puerto Ordaz y Maracaibo.

No importaba la cantidad de gente que participara en esas guarimbas. Por pocos que fueran, las cámaras de las televisoras simpatizantes del fascismo se encargarían de editar las imágenes, multiplicando el número de participantes y recurriendo al montaje con imágenes de otros años y otros países. El fin volvía a justificar los medios.

Febrero y marzo del 2014 fueron presentados al mundo como “meses de guerra” en Venezuela. Sin embargo, algo no estaba saliendo bien para los diseñadores del “golpe suave” contra Maduro. Por causas incomprensibles para ellos, la enorme mayoría de venezolanos y venezolanas seguía su ritmo normal de vida y crecimiento tanto en las grandes como en las pequeñas ciudades.

Para cuando llegamos a Caracas el 3 de abril, para participar en la reunión de los grupos sociales por el Alba, la actividad fascista había cobrado 41 muertos, 6 de ellos militares que intentaban poner el orden frente a “guarimberos”. Sin embargo, el ritmo de trabajo en Caracas no se había detenido, principalmente en los sectores que como los cerros -muy recordados por aquellas casas de cartón de Los Guaraguaos- van transformando esas casas de cartón en modernos edificios de apartamentos construidos por la propia población con los auspicios del gobierno socialista.

Un dato que fue asomando en medio de las informaciones cruzadas suministradas por el gobierno venezolano y la prensa multinacional, daba cuenta de un ingrediente de reciente introducción en la receta del “golpe suave”. Este ingrediente formaría parte de la estrategia para levantar el interés mundial por la situación venezolana y llamar a la simpatía por el derrocamiento de Nicolás Maduro. La derecha venezolana anti-chavista habría permitido incluir francotiradores en los entornos de las guarimbas para cazar tanto a militares como a ciudadanos comunes e incluso a guarimberos. Esta jugada de la “inteligencia” derechista daría la impresión de que ya Venezuela se encontraba en la etapa de la guerra civil, por lo que una intervención militar norteamericana tendría que considerarse como inminente.

Pero, ¿qué impedía que esa intervención se materializara? Pues que los hechos que en realidad ocurrían en Venezuela, los verdaderos hechos, estaban siendo transmitidos a la parte no adocenada del mundo tanto por cadenas informativas serias en Europa como por Telesur, una empresa televisiva que ha cobrado enorme popularidad y credibilidad en la América hispano-hablante y también anglo-hablante. En realidad, en Venezuela y el resto del mundo se estaba librando una batalla en el frente informativo que nunca ha cejado, puesto que el pueblo y gobierno venezolanos han sabido jugar bien el juego de la información, aunque con árbitros internacionales en contra.

A fin de cuentas, la guerra que la prensa multinacional a querido establecer en Venezuela y proyectar hacia el resto del mundo, no ha sido más que una pésima producción al estilo telenovela, pero con la consecuencia real de decenas de muertos que, tal y como ocurre en las películas, serán catalogadas como daños colaterales reales de una guerra ficticia, definitivamente condenada al fracaso en la realidad.
Lo más probable es que la actividad guarimbera, auspiciada por la derecha venezolana y norteamericana, y solventada por increíbles sumas de dólares, se mantenga con altas y bajas hasta desaparecer totalmente, por una razón que pesa un continente: el pueblo venezolano ha encontrado un camino que no tiene como perder el rumbo.

Domingo Abréu Collado

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