Por las Cachúas: que la pandemia no nos apague la ilusión de la Cultura - Campesino Digital

Notas:

viernes, 10 de abril de 2020

Por las Cachúas: que la pandemia no nos apague la ilusión de la Cultura


Welnel Feliz Feliz

 Al despuntar el alba del sábado 11 de abril, los esperados sonidos del fuete y el bullicio de los niños, jóvenes y adultos serán sustituidos por el silencio. Dormirán Las Cachúas. Los ojos en los visillos, los rostros asomándose por las puertas y ventanas no serán más. Las caretas y los disfraces permanecerán como adornos en las habitaciones. Las alas, moviéndose al ritmo del soplo del viento, llamarán a los cabraleños. Se agolpará la desesperación, la inanición de no poder disfrutar a plenitud de la cultura popular. La pandemia impide salir, no por que el derecho a la cultura este prohibido, sino porque lo están las reuniones y las celebraciones. No es la primera vez que Las Cachúas no salen un sábado. En aquel lejano 31 de marzo de 1956, a raíz de la prohibición de la iglesia católica de la celebración de actividades el Sábado Santo, apoyados por el Estado, colgaron sus disfraces y fuetes y esperaron hasta el día siguiente, Domingo, cuando en masa arroparon el pueblo y no conforme con el ello, al otro día, 2 de abril, al ser declarado no laborable por el Estado para celebrar el Corso Florido en Santo Domingo, salieron por primera vez un lunes, en una especie de venganza por la limitación de un día en el disfrute de la tradición.

Si bien ese estridente sonido del fuete será sustituido por el mutismo, en las galerías veremos a los niños disfrazados, tal vez unos en las aceras, varios en las calles, todos celebrando su cultura, la vida. ¿Deben hacerlo? No, sus casas son su seguridad, sus galerías su protección, las calles el riesgo. Al caer la tarde del lunes los ancestros esperarán. No entenderán que la pandemia impide el homenaje sobre sus tumbas. Estarán tristes. Su recuerdo, pensarán, se esfumó de los cabraleños. Pero en cada rincón del pueblo aumentará la tristeza, pues ese magno homenaje no se hará.

 Las miradas se dirigirán al sitio del cementerio, los puños se cerrarán y los brazos se doblarán, bajo la imaginación de levantar un fuete. ¿Debe ser así? ¿Debe la pandemia doblegar, también, la ilusión de un pueblo, de su cultura? No se vista de Cachúa, no hay que recorrer todos los rincones explotando el fuete o haciendo música con instrumentos o el sonido de las tiras del papel que cuelgan de la careta. El lunes 13 de abril a partir de las 4 de la tarde los cabraleños debemos salir al frente de nuestras casas o en los patios o en las galerías y repiquetear el fuete, tan fuerte y constante que su sonido llene cada espacio y suba al cielo. Se rendiría así el homenaje a los ancestros y se mantendrá viva la cultura, sin dejar que la calamidad, también, nos mate la tradición, la esperanza, la imaginación y el mito. Lo haré desde la distancia. Ellos esperan.
Welnel Feliz Feliz

Por las Cachúas: que la pandemia no nos apague la ilusión de la Cultura Por Welnel Darío Féliz Al despuntar el alba del sábado 11 de abril, los esperados sonidos del fuete y el bullicio de los niños, jóvenes y adultos serán sustituidos por el silencio. Dormirán Las Cachúas. Los ojos en los visillos, los rostros asomándose por las puertas y ventanas no serán más. Las caretas y los disfraces permanecerán como adornos en las habitaciones. Las alas, moviéndose al ritmo del soplo del viento, llamarán a los cabraleños. Se agolpará la desesperación, la inanición de no poder disfrutar a plenitud de la cultura popular.

La pandemia impide salir, no por que el derecho a la cultura este prohibido, sino porque lo están las reuniones y las celebraciones. No es la primera vez que Las Cachúas no salen un sábado. En aquel lejano 31 de marzo de 1956, a raíz de la prohibición de la iglesia católica de la celebración de actividades el Sábado Santo, apoyados por el Estado, colgaron sus disfraces y fuetes y esperaron hasta el día siguiente, Domingo, cuando en masa arroparon el pueblo y no conforme con el ello, al otro día, 2 de abril, al ser declarado no laborable por el Estado para celebrar el Corso Florido en Santo Domingo, salieron por primera vez un lunes, en una especie de venganza por la limitación de un día en el disfrute de la tradición. Si bien ese estridente sonido del fuete será sustituido por el mutismo, en las galerías veremos a los niños disfrazados, tal vez unos en las aceras, varios en las calles, todos celebrando su cultura, la vida. ¿Deben hacerlo? No, sus casas son su seguridad, sus galerías su protección, las calles el riesgo.

Al caer la tarde del lunes los ancestros esperarán. No entenderán que la pandemia impide el homenaje sobre sus tumbas. Estarán tristes. Su recuerdo, pensarán, se esfumó de los cabraleños. Pero en cada rincón del pueblo aumentará la tristeza, pues ese magno homenaje no se hará. Las miradas se dirigirán al sitio del cementerio, los puños se cerrarán y los brazos se doblarán, bajo la imaginación de levantar un fuete. ¿Debe ser así? ¿Debe la pandemia doblegar, también, la ilusión de un pueblo, de su cultura? No se vista de Cachúa, no hay que recorrer todos los rincones explotando el fuete o haciendo música con instrumentos o el sonido de las tiras del papel que cuelgan de la careta.

 El lunes 13 de abril a partir de las 4 de la tarde los cabraleños debemos salir al frente de nuestras casas o en los patios o en las galerías y repiquetear el fuete, tan fuerte y constante que su sonido llene cada espacio y suba al cielo. Se rendiría así el homenaje a los ancestros y se mantendrá viva la cultura, sin dejar que la calamidad, también, nos mate la tradición, la esperanza, la imaginación y el mito. Lo haré desde la distancia. Ellos esperan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario